noviembre 13, 2025

EMPREFINANZAS

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El punto sobre la i

Arturo Damm

El deber de un patriota es proteger a su país de los ataques del gobierno.

Thomas Paine

Se supone, pero se trata solamente de eso, de una suposición, que la principal tarea del gobierno es defender a los ciudadanos (que nunca deben concebirse a sí mismos como gobernados, y mucho menos dejarse tratar como tales), de todos aquellos, compatriotas o extranjeros, que violen sus derechos, ya sean los naturales, aquellos con los que la persona es concebida, ya sean los contractuales, aquellos que la persona adquiere voluntariamente, por así haberlo pactado con alguien más.

Si el gobierno se limitara, o al gobierno se le limitara, a realizar nada más esa tarea, los ciudadanos (que, ¡hay que repetirlo!, nunca deben concebirse a sí mismos como gobernados, y mucho menos dejarse tratar como tales), no sufrirían ningún ataque de su parte. El problema es que no ha habido, no hay, y probablemente nunca habrá, un gobierno que se restrinja, o al que se le restrinja, a defender a los ciudadanos de quienes pretendan violar sus derechos, comenzando por los tres naturales: a la vida, la libertad y la propiedad, de los cuales se originan todos los demás, que podemos llamar derechos contractuales.

El gobierno debe defender a todos los ciudadanos de todo aquel, conterráneo o forastero, que pretenda violar sus derechos. El problema es que al margen de lo que el gobierno debe hacer está lo que el gobierno puede hacer, y todo gobierno puede hacer, y de hecho hace, muchos más de lo que debe hacer, poder hacer que se divide en dos grandes rubros. Primero: el gobierno puede perjudicar a unos (a quienes convierte en explotados) para beneficiar a otros (a quienes convierte indirectamente en explotadores), explotados que tienen el derecho de protegerse contra esas agresiones del gobierno y de ponerles fin. Segundo: el gobierno puede perjudicar a todos (a quienes convierte en explotados) para beneficiarse él (que se convierte directamente en explotador), explotados que tienen el derecho de protegerse contra esas agresiones del gobierno y para acabar con ellas. Ya sea que perjudique a unos o a todos, en ambos casos el gobierno trata a las personas, no como ciudadanos, sino como gobernados, es decir, como personas que son mandadas y robadas; dirigidas y expoliadas; guiadas y despojadas; obligadas y saqueadas; exigidas y hurtadas; conducidas y expropiadas; ordenadas y privadas; forzadas y desfalcadas; violentadas y timadas, todo lo cual es propio de gobernados, personas abusadas (ya sea en su libertad, ya en sus propiedades), no de ciudadanos, personas respetadas (tanto en su libertad como en sus propiedades).

En ambos casos la tarea de ese personaje al que Paine llama patriota, y al que podríamos llamar libertador, que es la persona que liberta, es decir, la que le devuelve su libertad al esclavo, es proteger a los países, a los que podríamos llamar ciudadanos, de los intentos del gobierno para convertirlos en gobernados. ¿Quién debe ser ese personaje del que habla Paine? Todo ciudadano a quien el gobierno pretenda convertir en gobernado, para dejar de ser persona libre, sometida a su propia voluntad (autonomía personal), y convertirse en persona esclava, sometida a la voluntad del gobierno (heteronomía impersonal).

Hoy, de una u otra manera, en mayor o menor grado, todos los gobiernos tratan a las personas, no como ciudadanos, sino como gobernados, lo cual hacen limitando arbitrariamente el ejercicio de su libertad y el uso de sus propiedades. Lo más grave es que, en muchos casos, esas personas que son tratadas, no como ciudadanos, sino como gobernados, ni siquiera están conscientes de lo que les está pasando. En muchos casos lo aplauden y piden más. Se han transformado de ciudadanos en gobernados, una de las más tristes trasformaciones que puede padecer la persona.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.