julio 26, 2024

EMPREFINANZAS

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El punto sobre la i

Arturo Damm

El problema, para los dictadores, es que no pueden eliminar la libertad del ser humano. Sólo pueden prohibir su ejercicio, prohibición a la que se opone, precisamente, la libertad.

Othmar K. Amagi

La libertad consiste, antes que en cualquier otra cosa, en la capacidad del ser humano para decidir y elegir. Esa capacidad es innata: el ser humano nace potencialmente con ella y la actualiza a lo largo de su vida, y también es inalienable: no hay manera de eliminarla.

El ser humano es libre, pero no siempre puede actuar en libertad. Una cosa es la facultad, innata e inalienable, del ser humano para decidir y elegir, y otra distinta el que se den todas las condiciones para que pueda actuar según lo decidido, según lo elegido. Una cosa es fijarse objetivos y otra conseguirlos. Una cosa es querer y otra poder. Ser libre es poder serlo, y ello no depende solo de la capacidad para decidir y elegir, sino de la posibilidad de actuar conforme a lo decidido, conforme a lo elegido.

¿Existe algún límite al ejercicio de la libertad? Por supuesto: los derechos de los demás, de tal manera que, respetándolos, que cada quien haga, en pleno ejercicio de su libertad, lo que quiera, sin olvidar las dos erres inseparables de la libertad: la erre de la responsabilidad y la erre del riesgo. La libertad implica enfrentar riegos y asumir responsabilidades.

Más allá del respeto a los derechos de los demás, ¿debe imponerse algún otro límite a la libertad de las personas? No, y sin embargo se imponen, muchas veces con el aval de las mismas personas cuya libertad se limita, límites que van, desde obligar a la realización de ciertas conductas que, libremente, no hubieran realizado, hasta la prohibición de llevar a cabo otras que, libremente, sí hubieran llevado a cabo.

El problema, como lo señala Amagi, para quien limita arbitrariamente la libertad de las personas, obligándolas a hacer algo a lo que no debería obligarlas, o prohibiéndoles hacer algo que no debería prohibirles, es que lo único que puede hacer es eso, obligar (y por lo tanto prohibir no hacer aquello a lo que se obliga) y prohibir (y por lo tanto obligar a no hacer aquello que se prohíbe), pero no eliminar la capacidad del ser humano para decidir y elegir, por lo que, ante obligaciones y/o prohibiciones injustas, el ser humano puede, ¡y debe!, decidir revelarse y elegir la manera de hacerlo, que deberá ser la más eficaz.

Si los dictadores pudieran eliminar la capacidad del ser humano para decidir y elegir, de tal manera que las personas, convertidas en herramientas animadas, obedecieran sin rechistar, los déspotas y tiranos no tendrían ningún problema: nadie se revelaría y podrían darle a la sociedad la forma que crean más conveniente, que es el sueño de todos los autócratas: formar a la sociedad según su concepción de lo que debería ser, sueño que es la antítesis del principio que define al liberalismo, “respetando los derechos de los demás, haz lo que quieras”, ya que el principio del dictador es éste: violando los derechos de los demás, harán lo que yo les diga, violación de los derechos de los demás que es consecuencia del poder del dictador, no para eliminar la capacidad de decisión y elección de la gente, sino para obligar y prohibir, para prohibir no hacer aquello a lo que se obliga, para obligar a no hacer aquello que se prohíbe, prohibiciones y obligaciones a las que se resiste la libertad, la capacidad del ser humano para decidir no obedecer y para elegir la manera de cambiar tal estado de cosas, manera que son muchas, desde la violencia hasta la no violencia, pasando por el no pago de impuestos, tal vez de las más eficaces.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.