Ciudad de México. 13 de abril de 2023.
Por: Yaneth Giha, Directora Ejecutiva FIFARMA
¿Por qué todos los sistemas de salud en el mundo enfrentan retos de sostenibilidad financiera?
Las razones son diversas: presión derivada por una creciente longevidad de la población, aumento de enfermedades crónicas, demandas para ampliar cobertura y adopción de innovación en salud. Y aquí en América Latina podemos sumarle una situación fiscal limitada, con un gasto público en salud de 3.5%, muy inferior a la meta definida por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de 6%, y más aún, comparado con el gasto público al de países miembros de la OCDE, como lo demostró el estudio WifOR financiado por FIFARMA en 2022.
En ese escenario desafiante surge un dilema. El valor de la innovación en salud es innegable. Los nuevos productos farmacéuticos y tecnológicos son esenciales para salvar vidas y brindar bienestar a millones de pacientes cada año. Sin embargo, cuando se tienen problemas de sostenibilidad financiera, la innovación se comienza a ver como una presión en el gasto, que genera incertidumbre.
¿Pueden avanzar los sistemas de salud sin innovación? No. Por lo tanto, es un falso dilema. No podemos renunciar a la innovación en salud porque ejerza presión sobre la sostenibilidad. Como tampoco podemos dejar de atender a los pacientes de enfermedades crónicas para aliviar un tema financiero.
¿Qué opciones tenemos entonces, en América Latina, para avanzar por un camino de sostenibilidad e innovación, en beneficio de los pacientes? Hoy quiero plantear tres respuestas que son complementarias y que buscan una mayor flexibilización de los sistemas de salud para darle acceso a la innovación.
La primera es pensar en el largo plazo. Como exfuncionaria pública sé la presión que se vive en un gobierno para no gastar más de lo presupuestado. Sin embargo, eso se puede volver un arma de doble filo. Lo que hoy me cuesta poco, mañana puede salir más caro. O viceversa, lo que hoy cuesta más, nos puede ahorrar mucho dinero en el futuro. ¿Cómo tratar a un enfermo de cáncer en esta disyuntiva? Con el dinero actual se le puede dar el tratamiento disponible, pero no el más avanzado y eficaz. Eso implica que, en unos años, el paciente puede tener recaídas, incapacidades laborales, costos de enfermería domiciliaria, y otros medicamentos, entre muchas otras variables. O la otra opción es darle un medicamento innovador a un costo inicial más alto, pero que en un mediano o largo plazo va a ser mucho más sostenible para el sistema.
Entiendo el dilema ético y humano que esto plantea. Bill Gates dijo alguna vez: “Si lo que nos proponemos es salvar vidas humanas, necesitamos otro nivel de innovación: no solo tecnológica, sino también sistémica”. ¿Cómo implementar mecanismos innovadores de acceso en nuestros sistemas de salud? ¿Cómo reducir el riesgo al incorporar un nuevo producto?
Una buena respuesta son los Acuerdos de Acceso Administrado (AAA), en inglés Managed Entry Agreements, cuyo objetivo es reducir la incertidumbre al adoptar productos de innovación y en los cuales se comparte el riesgo en el desenlace clínico y/o financiero entre compradores y pagadores con respecto a la introducción de nuevas tecnologías. Si el producto innovador no cumple con lo prometido, ese riesgo lo asumirá quien lo produzca, sin afectar la sostenibilidad del sistema de salud.
Otra forma de reducir el riesgo es tener información suficiente y de buena calidad que permita definir, por ejemplo, los costos en el manejo de enfermedades de alto riesgo. De esta manera, se puede partir de cifras reales para proyectar el impacto de la innovación en un paciente específico. Si queremos tener mejores sistemas de salud es fundamental incrementar la generación de data confiable.
Surge otro interrogante evidente: ¿Si ya existen en otros países, por qué no se están implementando estas soluciones en América Latina? Y aquí llegamos a la tercera respuesta frente al tema planteado. Es vital que haya un acuerdo entre todos los actores del sistema de salud en cada país. Un acuerdo basado en la confianza. La innovación no puede sorprender al sistema, porque eso impacta las finanzas. La confianza está en que la industria farmacéutica pueda decirle a un país que, en un par de años, vendrán un número de medicamentos innovadores que son disruptivos para el bienestar de los pacientes. La confianza está en que el gobierno pueda convocar a los demás actores para que entre todos organicen la llegada de esos productos, con un foco en la salud de los pacientes, pero también en la salud del sistema, en términos de sostenibilidad. Eso es un escaneo de horizonte, que detecta amenazas y oportunidades potenciales relacionadas con la nueva tecnología.
La conclusión es que la innovación no puede seguir siendo vista como un riesgo para la sostenibilidad de los sistemas de salud, porque al final los más afectados serán los pacientes. Si promovemos una mentalidad a largo plazo y no cortoplacista; si tenemos data de calidad para tomar mejores decisiones en el gasto; si implementamos Acuerdos de Acceso Administrado o de riesgo compartido; y si todos los actores del sistema trabajamos unidos con base en la confianza, vamos a comenzar a resolver el mayor reto de la salud en nuestro Continente.
El primer paso es abrir un diálogo franco y constructivo y, desde FIFARMA, puedo asegurarles que la industria farmacéutica de investigación y desarrollo está abierta a fortalecer esta conversación vital.
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