Ciudad de México, 19 de diciembre de 2022.
Escrito por Lic. Marco Antonio Pérez Valtier
Con los últimos datos de la inflación al consumidor, reportados por el INEGI para el mes de noviembre, se tiene que si bien la inflación de los bienes y servicios que monitorea el INEGI y que reporta quincenalmente, mostró un segundo mes con registro a la baja, ya que el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) viene reduciéndose, de 8.70% en Septiembre, a 8.41% en Octubre y a 7.80% en noviembre, el denominado Índice de Precios “Subyacente”, el cual se calcula excluyendo los productos agropecuarios (por su volatilidad) así como los bienes cuyos precios al público están administrados por el Gobierno, como las gasolinas, aún sigue aumentando, y viene creciendo en los mismos tres meses, pasando de 8.20%, a 8.42% y a 8.51%.
Debido a lo anterior, la reducción que se está registrando en los últimos dos meses (octubre y noviembre) en el INPC, se explica totalmente por las reducciones en precios de productos agropecuarios y por la contención en los precios de las gasolinas, ya que si se excluyen estos bienes y servicios del INPC, la inflación subyacente que se tiene para el resto de los bienes y servicios, es aún creciente, a pesar incluso del intento gubernamental por controlar la inflación en 24 productos básicos, con sus Paquetes Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), cuya versión 2.0 fue anunciada precisamente el pasado 3 de octubre.
Por otro lado, es lugar común escuchar comentarios que la verdadera inflación que sufrimos los mexicanos es muy superior a la que reporta el INEGI, y que basta con darse una vuelta al supermercado para sentir en la cartera el verdadero aumento en los precios.
Y la verdad, estos comentarios son totalmente ciertos, porque quienes los hacen tienen mayor ingreso y poder adquisitivo que una familia promedio en el País, ya que la “inflación” que mide el INEGI se circunscribe a una canasta de 299 bienes y servicios genéricos, que solo es representativa para un hogar “promedio” del País, con ingreso promedio y gasto promedio, por lo que para las personas con mayor poder adquisitivo, esa canasta no contiene lo que ellos consumen habitualmente.
De hecho, cada persona y cada familia tiene una canasta de consumo particular, con cantidades y ponderaciones únicas, que puede o no, ser igual o similar a la de sus vecinos, y por lo tanto, todos enfrentamos una inflación diferente, en función del aumento que registren en particular, los bienes y servicios que consumimos.
Por otro lado, la inflación es un promedio de los aumentos en los precios de los diferentes bienes y servicios, ponderados por su participación en el gasto total, y se define como un aumento “generalizado” en el nivel de precios, es decir, la canasta debe valer más, aunque algunos bienes y servicios muestren reducciones en precios.
Al tener datos de inflación mes con mes, se puede calcular el aumento de los precios durante el año, comparando el INPC de diciembre de un año, contra el INPC de diciembre del año anterior, a esto de le conoce como inflación diciembre-diciembre, pero también se puede calcular la inflación “promedio” del año, comparando los índices de precios promedio de un año, contra el promedio de índices del año anterior.
Para propósitos de presupuestos, se usan las inflaciones promedio, ya que reflejan el gasto o el costo promedio de lo que compramos durante el año, si en enero pago 100 pesos por un producto, que compro cada mes, y en diciembre cuesta 120 pesos, el aumento en el año fue de 20%, pero mi gasto promedio mensual fue de 110 pesos.
Por otro lado, para reponer el poder adquisitivo, como en el caso de revisiones salariales, lo correcto es utilizar la inflación diciembre. En el ejemplo anterior, el salario debe aumentar 20% para que el trabajador pueda comprar en 120 pesos, lo que al inicio del año le costaba 100 pesos.
Curiosamente, cuando el gobierno calcula los aumentos “reales” en materia de finanzas públicas, como por ejemplo, en cuanto va a aumentar el ingreso y el gasto en términos “reales”, lo que hacen es tomar la cifra de ingreso o de gasto “nominal” a pesos corrientes, por ejemplo de 2022, y proceden a “inflarla” multiplicándola por la inflación “estimada” para 2023, para pasarla (según esto) a pesos 2023, y entonces determinan el crecimiento “real” comparando esta cifra “inflada” contra la presupuestada para 2023, y simplemente pasan por alto la inflación de 2022, que en el caso del ejemplo anterior fue de 20%.
Es como si le dijeran a un asalariado que ganó $30 mil pesos mensuales en 2022, y que sufrió una inflación del 20%, que le van a aumentar el sueldo 10%, a $33 mil pesos, pero como la inflación en 2023 “estiman” que vaya a ser de 3%, entonces su salario va a aumentar 7% en términos reales en 2023. ¿Y el 20% de inflación de 2022?.
Pero bueno, así como este, hay varios cálculos que en algún momento debe reconocer la SHCP que no se hacen bien, y proceder a corregirlos, para proporcionar información veraz, apegada a la realidad, ya que también la propia Secretaría se asigna la función de “estimar” su propio índice de precios implícito del PIB, y presenta cálculos basados en estimaciones propias, y no de las fuentes autorizadas.
Pérez Góngora y Asociados, info@perezgongora.com
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