Reflexiones sobre la toma de posesión de Joe Biden en el mismo sitio en el que vimos con horror el asalto de las huestes trumpianas a la democracia estadounidense.
La ceremonia de toma de posesión de Joe Biden transcurrió con la pompa y circunstancia habituales en tales eventos a pesar de que la capital está tomada por efectivos militares y policiales, que la transmisión por TV soslayó con esmero para dar una sensación de normalidad.
Sin embargo, el hecho de que el acto se celebrara en el mismo Capitolio objeto del violento asalto de las huestes trumpianas que irrumpieron con violencia para descabezar a los legisladores que contaban los votos que le dieron la victoria a Biden, fue alucinante.
Me hizo apreciar más la majestad y cortesía que son usuales en tales eventos pero que brillan con fulgor insólito cuando uno se percata lo frágiles que son, igual que la democracia misma, a pesar de parecer bien sembrada en el suelo de EU hace más de dos siglos.
El contraste entre mensajes, el de Biden optimista y ofreciendo trabajar para unir a todos sus habitantes y la distopía siniestra y fratricida de Trump hace cuatro años, no pudo haber sido mayor. Lo mismo que el de Trump llenó de veneno a millones, el de Biden debiera operar al revés.
Se percibe el alivio colectivo por la salida de Trump y el soberbio silencio que se siente desde que las redes sociales le pusieron un bozal a sus siempre mendaces y a veces sediciosos recados, y aunque encuentre foros que lo reciban, distarán mucho de semejarse al megáfono presidencial.
Ya habrá ocasión de analizar la agenda económica y de política exterior de Biden pero creo que habrá serias dificultades para un país que depende tanto de EU como México, pues no solo hay desencuentros en temas esenciales sino que la actitud de su líder parece la de un buscapleitos de vecindad.
Según reporta el NYT, el presidente de México y Biden hablaron en días recientes y aquél le habría dicho que tenía una magnífica relación con el todavía presidente Trump porque “él respeta nuestra soberanía,” lo que es risible y falaz, pues pocos mandatarios de EU han insultado y pateado más al vecino como él.
Lo que revela ese exabrupto es que a Trump no le importaba lo que su amigo del sur hiciera, siempre y cuando le cumpliera sus caprichos, como pagar por su famoso muro colocando a la mitad de la flamante guardia nacional a cuidarle las fronteras y maltratar a los migrantes que intentaran llegar hasta su país.
Para quien conoce un mínimo de asuntos económicos y comerciales, es obvio que un país que accede a participar en cualquier organismo multilateral, como la ONU, la OEA, el FMI, etc., se ve obligado a ceder parte de su soberanía, es decir, del libre albedrío de hacer lo que se le dé la gana dentro de sus fronteras, pues pertenecer a esos clubes conlleva por fuerza acatar sus reglas.
Igual sucede con los convenios de libre comercio en los que los países miembros aceptan sujetar sus decisiones a lo convenido, y en caso de violarlos acceden a mecanismos forzosos de solución de controversias, como las muchas que se le vienen por violar el T-MEC al actual gobierno de México, ¡que avaló con tanto bombo y platillo!
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