En el mercado el interés propio se convierte en beneficencia: ganar dinero ayudando a los demás.
¿Qué quiere decir quien afirma “Quiero hacer dinero”? ¿Que quiere imprimir billetes y acuñar monedas? Si fuera el caso debería trabajar en la Fábrica de Billetes del Banco de México o en la Casa de Moneda de México. No es el caso. Lo que quiere es ganarlo, y no sacándose la lotería o heredando, o de cualquiera otra manera que no implique producir, ofrecer y vender satisfactores, maneras de ganarlo que son excepción no regla. La mayoría ganamos dinero trabajando, beneficiando lo demás.
Beneficiando a lo demás, ¿cómo? Ofreciéndoles bienes y servicios para satisfacer sus necesidades, bienes y servicios que deben ser producidos, producción que requiere del trabajo. Ganar dinero es resultado del trabajo, y en este contexto por trabajo hay que entender la participación en la producción de bienes y servicios y, por ello, en la satisfacción de las necesidades de los demás.
El trabajo tiene muchas dimensiones. Una de ellas es la económica: trabajamos para disponer de los satisfactores necesarios para satisfacer nuestras necesidades, lo cual se hace, o en autarquía (ejemplo: el náufrago en una isla), o en división del trabajo y con mercado, con el intercambio entre compradores y vendedores; vendedores que antes de serlo son oferentes (se vende lo que se ofrece), compradores que antes de serlo son demandantes (se compra lo que se demanda); oferentes que antes de serlo son productores (se ofrece lo que se produce), compradores que después de serlo son consumidores (se consume lo que se compra).
¿Cuántas personas recelan del propósito de ganar dinero, considerándolo éticamente cuestionable, sobre todo frente a otros fines como ayudar al prójimo? Muchas, comenzando por muchos representantes de la 4T, AMLO en primer lugar. Para ellos el objetivo debe ser ayudar al prójimo no ganar dinero. Lo primero es altruista, lo segundo egoísta, y el altruismo debe imponerse al egoísmo. ¿Hay manera de conciliarlos? Sí, y se logra en el mercado, en el intercambio entre compradores y vendedores.
El productor ofrece con la intención de vender para ganar dinero (interés propio), para lo cual debe, satisfaciendo sus necesidades con los bienes y servicios que les ofrece, beneficiar a los consumidores (beneficencia), beneficio que queda claro por la disposición de los consumidores a pagar por lo que se les ofrece. Se trata, ni más ni menos, de la metáfora de la mano invisible de Adam Smith, una de las más citadas, y desafortunadamente menos entendidas, de la literatura económica, que muchas veces se confunde con el orden espontáneo de Hayek, grave error.
En el mercado el interés propio se convierte en beneficencia: ganar dinero ayudando a los demás. Se trata, diría Rigoberto Stewart, de la magia y el misterio del comercio.
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