Ciudad de México, 2 de enero de 2021.
Por Óscar Manuel Rodríguez Ochoa
Una mirada al espacio
Ser conscientes de nuestra procedencia es mantener en la luz el alma despierta. Este juego planetario dentro de la personalidad que experimentemos nos pone retos continuos, cada uno de los cuales representa un escalón en la etapa de crecimiento evolutivo en el desarrollo perfecto de los seres.
Desde la encarnación al cuerpo físico genéticamente modificado y manipulable aunado a un tránsito álmico donde sumamos experiencias de coexistencia con energías ancestrales y un largo historial asentado en nuestros registros akáshicos dan cuenta que justo a edad temprana las limitaciones de las facultades psíquicas del individuo, también llamados dones, se presentan como un proceso natural humano, sin embargo, cada quien lo lleva a cabo de forma única y en función de los factores experienciales asimilados y elegidos que lo constituyen como entidad multifacética .
Siendo cuerpo regido en importante proporción por ego-mentalismos en una estructura soporte de alma-corazón el humano se expande en su vida diaria con comportamientos que los integra dentro de una programación subconsciente, la cual determina sus experiencias de vida y sus particulares formas de actuar, ver, pensar, hablar, sentir y en lo general su manera propia de percibir su realidad. Esto por supuesto, determina su vibración, y el instante justo que lo identifica como ser universal.
La adaptación de su mente a su corazón en la espiralidad energética para su concreción es el paso definitorio a las etapas evolutivas que marcan y trazan la ruta para experimentar con un enlace cada vez más estrecho a las energías cósmico-espirituales en el despertar de sus capacidades como entidad multidimensional.
El poder del Individuo se cede y asigna a entidades externas en función a la desconexión de su propia luz y forma parte activa del proceso idealístico que crea códigos enquistados dentro de la programación genética.
Es por obvias razones imperioso resaltar que el nivel frecuencial de los seres determina la lejanía o cercanía de las actitudes generadas desde el ego que a que a su vez lleva conductas desde la óptica individualista, cuya dirección y grado tiende complicar el desarrollo de la persona. Despertar a las realidades que le pertenecen a los seres desde su propia luz es trazar la ruta de su propia expansión.
Por otra parte, la recepción de nuevas energías al planeta propicia la elevación frecuencial en todos sus términos y a la par los niveles de conciencia humanos se incrementan, por lo cual las personas se vuelven más empáticas y afectivas en su vida diaria.
Los egoísmos y egocentrismos crean patrones de conducta los cuales tienden a desarmonizar a los cuerpos paralelos del ser cuando estos han ejercido un importante vínculo desde sus orígenes con la vibración de su palpitar cardiaco, esto conlleva a disminuir de forma continua su avance cósmico pero lo desarrolla tal y como su alma lo requiere para su permanente aprendizaje.
El amor se emana acorde a la interconexión que tiene la persona con su ser esencial. Es el caso que todo lo que está dentro se propaga hacia afuera. Entre más luz se irradie en el interior la luminosidad externa se expandirá con mayor alcance, el campo electromagnético cobrará mayores dimensiones y la longitud de onda frecuencial se situará extensamente dentro de su propia verticalidad.
Ahora bien, la mente del ser humano funciona desde el rigor de sus pensamientos, estos son perfectos, sin embargo, a través de las actitudes de vida mundana el ego crea escenarios en contraposición al latir y vibrar del cuarto chacra y la energía del individuo se hace más densa cuando esta se procesa direccionalmente hacia momentos de miedo, enfado, resentimiento, tristeza, culpa y todo aquello dictado en las estructuras mentalistas de baja frecuencia.
Es así que en términos generales podría decirse que a mayor vibración menor será la preponderancia del ego y entre más ego la conexión con el alma-corazón desciende mayormente. Todas las experiencias en las que transitemos serán producto de lo que estará generado en nuestro campo vibratorio. Cada quien elige el organigrama que lo integrara a los instantes experimentales de su plan de coexistencia y vida.
El ego está íntimamente asociado a la personalidad del personaje que cada uno experimenta mientras que el amor es fiel reflejo de la divinidad de la persona, es así que si nos observamos como un alma que transita en nuestro presente perfecto siendo una entidad infinitamente luminosa sabremos empoderarnos desde el fondo de nuestras esencias y haremos a un lado todo evento mentalista de baja vibración para encaminarnos por los planos espirituales con el amor y luz que sabemos emanar interna y externamente.
Estamos en el momento justo para acceder al despertar consciente y ser parte de las realidades que el universo experimenta y nos tiene preparado.
Oscar Manuel Rodríguez Ochoa, luy6618@hotmail.com
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