No existe ni un solo reporte periodístico, una sola opinión gremial, de compañeros de trabajo, o siquiera en redes sociales que indique que la labor de los médicos cubanos fue importante, necesaria y bien valorada.
El viernes pasado, 25 de julio, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, mediante un tuit, notificó la salida del país de los médicos cubanos “contratados” desde el pasado 27 de abril para atender supuestamente la pandemia de covid 19.
Tres meses duró su estancia, como fue la negociación inicial del presidente López Obrador con la dictadura cubana. Terminado el convenio, se dio su salida. Como cualquier observador de la realidad mexicana sabe, el gobierno mexicano sufre una restricción enorme de recursos, todo por la terquedad presidencial de mantener sus proyectos insignia, lo que le lleva, literalmente, a buscar dinero debajo de las piedras.
Seguramente, la presencia de los médicos cubanos se habría prolongado, de contarse con los recursos para ello, pero la realidad pudo más, junto con las disensiones internas y la pelea por los ya muy escasos recursos, que llevaron a la renuncia el pasado 18 de junio, de la subsecretaria de Salud, Asa Cristina Laurell, la principal promotora del convenio con la dictadura.
Su presencia por ello no respondió a necesidades reales o criterios científicos. Al respecto, si los trabajadores sanitarios cubanos son tan buenos, ¿cómo es que no obstante su presencia, los casos de contagio aumentaron en la gran proporción actual? Y si a pesar de todo, eran necesarios como personal de apoyo o reserva, ¿por qué entonces los dejaron ir, precisamente en la etapa de mayor crecimiento de la pandemia en México, cuando viene lo peor? Su regreso a Cuba es entonces, un regreso sin gloria, ya que independiente de sus cualidades humanas, solo sirvieron para dar respiración artificial a un régimen moribundo, que los explota, reprime y asesina.
Y sí, en cuanto a asesinos y represores, la dictadura y sus funcionarios son los reales culpables, pero nosotros los mexicanos, en este episodio, fuimos colaboradores, cómplices necesarios.
Terminó, pues, uno de los episodios más vergonzosos de la diplomacia mexicana: Mientras ya somos el cuarto país con el mayor número de muertes por la pandemia (si bien son cada vez más inquietantes los estudios que documentan la manipulación a la baja de esas cifras), y el país sufre la insuficiencia de medicamentos y tratamientos, lo que ha llevado a la falta de atención de cientos de niños con cáncer, por ejemplo, el gobierno de López Obrador se daba el lujo de financiar a la dictadura castrista, precisamente con los fondos destinados a los mexicanos más pobres, sin cobertura oficial de salud, los del INSABI (Instituto de Salud para el Bienestar), que es donde se sustrajeron los 6.2 millones de dólares que se pagaron a la dictadura.
Como ya he escrito en varios artículos publicados aquí, las Brigadas médicas desplegadas por todo el mundo por el gobierno cubano, son básicamente un instrumento semi-esclavista para financiar a la dictadura, quien se apropia del 75% del salario de esos médicos, 5% es entregado a la Organización Panamericana de la Salud, que actúa como intermediaria del trato, mientras que del 20% restante sólo les entrega la mitad, depositando el otro 10% en una cuenta en Cuba, que se le entregaría a los trabajadores a su regreso, como forma de evitar cualquier tentación de deserción.
Además, es un sistema orwelliano que dicta pormenorizadamente con quién pueden vivir, reunirse, enamorarse o hablar los médicos, sujetos permanentemente a la vigilancia de espías destacados en cada brigada. Al respecto, el personal desplegado debe revelar todas sus “relaciones románticas” a sus supervisores inmediatos, los llamados “jurídicos”, empleados directos de la dictadura, los cuales deben autorizar tales relaciones. Tampoco tienen permitido asistir a restaurantes, bares, fiestas o reuniones, o hablar con periodistas. También tienen prohibido externar opiniones o viajar e incluso pasear sin el permiso del supervisor.
Cualquier infracción a estas reglas es considerada un “delito disciplinario”, según la legislación cubana, cuyas sanciones van desde retener salarios hasta devolver a la persona a Cuba. Según el Código Penal cubano, el personal médico que “abandona” sus trabajos puede enfrentar cargos penales y prisión de hasta ocho años, prohibiéndose a los “desertores” visitar la isla durante ocho años. La familia de cada médico, en tanto, permanece secuestrada en Cuba, sin permitírsele reunir con ellos y sufriendo diversas vejaciones si el médico deserta.
Por supuesto que sería de agradecer la presencia de tales médicos en una situación como la actual en México. Por desgracia, no existe ni un solo reporte periodístico, una sola opinión gremial, de compañeros de trabajo, o siquiera en redes sociales que indique que su labor fue importante, necesaria y bien valorada. Por el contrario, más de 10 asociaciones y colegios médicos se manifestaron contra su presencia, mientras abundan en la prensa los reportes sobre la impreparación de tales médicos, su desconocimiento en el uso de tecnología como respiradores y las opiniones adversas de sus pares médicos sobre su trabajo.
En suma, todo revela que su presencia fue sólo una estrategia para financiar al castrismo. Pero como todo mundo sabe, el socialismo dura mientras dura el dinero de los demás. Y en el caso de México, éste se acabó.
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