El antiguo modelo exitoso de California fue destruido y el cascajo resultante es lo que ahora tratan de implementar a nivel nacional.
Una de las experiencias más impactantes de mi niñez fue visitar California y, desde que aparecieran ante mí sus primeras imágenes, empecé un romance con esa región del mundo que pensé sería interminable. Ya graduado del Tec. de Monterrey estudiaría en San Francisco. Durante mi época de banquero ahí recibiría un entrenamiento con Bank of América durante tres años. Ya en los 90s viviría en San Diego operando una empresa de Investment Banking.
En ese primer viaje visitamos Hollywood y a lo lejos divisamos a John Wayne con todos los arreos que yo identificaba con los vaqueros, pues yo mismo me consideraba uno de ellos. De inmediato hice la conexión de lo que representaba para mi John Wayne con la visión que nacía en mi mente de lo que era California. Una región de gente a su imagen y semejanza, vaquero temerario, libre, decente, valiente y amante de su país.
La prosperidad fluía en torrentes de los edificios en el centro de la ciudad, los pozos petroleros enclavados en los barrios extrayendo su producto. Grandes áreas comerciales que me parecían asentamientos de otro planeta. Una maravilla de sueños, Disneyland. Por todas partes se respiraba trabajo, organización, orden y respeto. Beverly Hills me parecía un lugar salido de los cuentos de hadas. Malibú algo que solo veíamos en las películas y pensábamos no era real. La economía de California era la quinta del mundo superior a las de Inglaterra, Francia, Italia, Alemania.
En San Diego veía la magnitud de la Armada con sus buques anclados en la bahía. Los jets de combate despegando de su base uno tras otro en sus diarias maniobras de entrenamiento rompiendo la barrera del sonido. Visitaríamos el Valle Imperial considerado como una maravilla agrícola mundial. La gente defendía su libertad tanto que en Hollywood había un agresivo movimiento, encabezado por Ronald Reagan, en contra de la infiltración del comunismo.
Cuando iniciábamos el regreso pensaba haber conocido el paraíso terrenal. El clima perfecto, la belleza de sus costas y ciudades, gente decente, independiente y patriota. Prosperidad, oportunidades y futuro promisorio. Mi padre comentaba algo que me impactó: “Esto es un ejemplo de la ruta que EU estará siguiendo hasta repetir el milagro de California en todos los estados. A lo mejor hasta contagian a México”.
Acabo de regresar de LA y no puedo asimilar lo que vi. El californiano íntegro, patriota, vigilante del gobierno, es una especie en extinción. Su libertad económica desaparece al mismo ritmo que su prosperidad. Hollywood es ahora una madriguera de comunistas millonarios, pedófilos y viciosos que odian a su país. Sus universidades son centros de marxismo. Los héroes del pasado, como fueran Reagan, John Wayne, han cedido su lugar a las Kardashian. La familia tradicional desaparece al ritmo que aumentan los matrimonios homosexuales, los abortos y los nuevos sexos. Es difícil distinguir hombres de mujeres. San Francisco es la capital mundial de una nueva liberación sexual que haría lucir a Sodoma y Gomorra como un convento franciscano. En California Dios ya no existe.
Sus monumentos políticos ya no son para sus padres fundadores, ahora rezan ante el altar de Obama y admiran al Che Guevara, Hugo Chávez y a Fidel Castro. De forma vergonzosa los blancos se arrodillan ante los negros suplicando perdón y, mostrando la magnitud de su arrepentimiento, desfilan encadenados rogando absolución por los pecados cometidos hace 300 años y, en especial, por el más grande de ellos, ser blancos. La gente perdió su dignidad y su libertad.
California sufre el embate de una plaga asentada en Silicon Valley más destructora que la peste negra. Una epidemia propietaria de herramientas diabólicas, la tecnología moderna operada por los nuevos billonarios marxistas para tender su red aprisionando una sociedad ciega. No creen en la libertad para la gente, solo para ellos. Con sistemas maquiavélicos (“armas silenciosas”) implantan ideas, dirigen tendencias, lavan cerebros, destruyen vidas. Actúan inspirados en el Ministerio de Propaganda Nazi manejado por Joseph Goebbels controlando escuelas, universidades, diarios, cine, etc.
Y, con un acabado todavía más diabólico, han formado una sociedad con el Estado Profundo en la cual, en una relación especial con el complejo militar-industrial, han mutado para convertirse en sus maquiladores. Sobre pedido lo surten con todos sus sistemas y patentes entre las cuales, de forma especial demandan las de inteligencia artificial que sería la culminación de lo que Hitler logró, un país de borregos vigilados las 24 horas del día siempre listos para obedecer las directrices de sus amos, o ser castigados.
Las ciudades están invadidas por Antifa destruyendo todo a su paso. En el este de LA, pandillas mexicanas hacen lo mismo en sociedad con más de 50 violentas pandillas chicanas de San Diego, maquilando asesinatos para narcos mexicanos. Son también refugio de miles de malvivientes. Ahí duermen, comen, orinan, defecan y consumen sus drogas. Se ha eliminado el robo en comercios de la lista de crímenes y ahora es el paraíso de ladrones. Son líderes del movimiento para desaparecer las policías y remplazarlas con “organizadores comunitarios”. El oficio que le dio a Obama su “rica experiencia” para ser presidente.
California, aun ahogando gentes y empresas con impuestos, sufre un déficit en sus finanzas de $55 billones, su deuda alcanza $620 billones y, de la forma en que fue pactada, el monto final será 25 veces mayor. Ningún otro americano tiene atada una piedra al cuello como el californiano. ¡Ahora viene la quiebra!
Los nuevos californianos son felices con un gobernador marxista (Newsom) sobrino de la peor agonía que ha tenido el estado, Nancy Pelosi. El alcalde de LA (Garcetti) tiene nombre de mafioso y le hace honor con la pestilente corrupción de la ciudad. Entre sus congresistas, además de Pelosi, listan Adam Schiff con su hermana nuera de Soros, una mula tuerta lazada de las verijas, Eric Swalwell, la cavernaria Maxime Waters. Y, como “after dinner drinks”, en el senado Barbara Boxer, la mujer de la eterna menopausia, Diane Feinstein, la frustrada destructora del juez Kavanaugh, y Kamala Harris, famosa por el “van mis nalgas por un reino” (chamba).
Esa noche, horrorizado me preguntaba ¿éste es el sendero que mi padre visualizara como ruta hacia la grandeza californiana para todo EU? Me invadió la tristeza al ver los sueños de aquellos californianos tan especiales naufragados. Me daba cuenta que California ha sido un experimento del EP para luego activarlo en todo el país. Y, ante el éxito de su ensayo, ya lo implantan en las entidades costeras de NY, Washington, Pensilvania, Massachusetts.
Mi padre era un hombre muy sabio, pero su predicción del futuro en aquella ocasión le falló. El modelo California fue destruido y el cascajo resultante es lo que ahora tratan de implementar a nivel nacional. Y aceptar la California actual como la ventana hacia el futuro, es entregar la espada y conceder la derrota. La guerra se arreciará y en noviembre será a muerte. Pero, México sí se contagió… de Cuba y Venezuela.
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