julio 26, 2024

EMPREFINANZAS

ABRIENDO NUEVOS CAMINOS HACIA LA INFORMACION

LA PRIMERA CLASE

Isaac Katz

“PARA LOS CANDIDATOS Y TODOS AQUELLOS QUE SUEÑAN CON VIVIR EN EL PARAÍSO PROMETIDO, AQUÍ LES VA UN VIAJE DIRECTO, TAMBIÉN SIN ESCALAS, A LA REALIDAD TERRENAL.”

Estamos en pleno proceso electoral y aplica la muy famosa frase: «prometer no cuesta; cumplir es lo que empobrece». Los candidatos a la presidencia han tenido a bien prometernos que, de llegar ellos al poder, ascenderemos en directo, sin escalas, al paraíso materializado, uno en donde todos nuestros sueños se cumplirán. Para ellos y todos aquellos que sueñan con vivir en ese paraíso prometido, aquí les va un viaje directo, también sin escalas, a la realidad terrenal.

Todos los individuos, las familias, tienen una infinita cantidad de necesidades que quisieran satisfacer; las necesidades no tienen límite más que la imaginación que tenga cada quien. El problema al que nos enfrentamos (maldita sea la realidad) es que no contamos con los recursos suficientes para darle satisfacción a todas y cada una de las necesidades y, en consecuencia, tenemos que elegir cómo asignar esos recursos limitados para tratar de darle satisfacción a algunas de todas esas necesidades. Es entonces que al enfrentarse los recursos limitados de que disponemos con toda esa ilimitada cantidad de necesidades que surge la escasez, realidad inexorable de la cual no nos podemos escapar.

Todos los individuos lo experimentamos todos los días, desde el más pobre hasta el más rico. Tenemos recursos limitados, básicamente ingreso y tiempo, los cuales no son suficientes para satisfacer todas nuestras y cada una de las necesidades en tiempo, forma e intensidad y, por lo mismo, continuamente estamos eligiendo cómo asignar esos recursos escasos. Si no hubiese escasez, no tendríamos que elegir; todos los bienes serían libres y entonces sí estaríamos en el paraíso.

La escasez y por lo mismo la necesidad de elección implica incurrir siempre en un costo de oportunidad, definido como el beneficio (material o inmaterial) que se hubiese obtenido de haber asignado un recurso a la segunda mejor opción, independientemente del número de opciones. Si los bienes fuesen libres, no habría costo de oportunidad; estaríamos en el paraíso.

Estimados lectores, espero les haya quedado claro, porque es lo que vivimos todos los días. Y entonces, ¿por qué hay quienes piensan que esto mismo no se aplica al gobierno y creen que sí nos puede llevar al paraíso?

El gobierno se enfrenta a una restricción presupuestal «semi – dura». Tiene ingresos limitados que es la recaudación tributaria y puede, hasta cierto punto, suavizar esta restricción dura mediante el endeudamiento. Dada esta restricción presupuestal, es que tiene que elegir cómo asignarlos entre los diferentes rubros de gasto público y tratar de cumplir con las metas establecidas. Cualquier decisión que se tome sobre cómo asignar los recursos implica obviamente no gastar (o gastar menos) en otros rubros; se incurre en un costo de oportunidad. Así como la escasez es una realidad inexorable para cada individuo, también lo es para el gobierno. Por lo mismo, cuando escuchen a un candidato, cualquiera, prometer el paraíso y que se alcanzará a través del gasto público, no le crea. Sus promesas tienen el mismo valor que un billete de $75.

No es papel del gobierno satisfacer necesidades individuales a través de gasto más allá de ofrecer bienes públicos (que cuesta producirlos), así como ofrecer directamente (o subsidiar la provisión privada) de ciertos bienes con una rentabilidad social mayor a la rentabilidad privada como son educación y servicios de salud. El papel central del gobierno es garantizar y proteger el derecho individual a la propiedad así como la libertad de uso de estos recursos (mientras no se atente en contra de derechos de terceros) y la libertad de transferencia en mercados que operen en competencia. Esto último, nadie lo promete.

*Artículo publicado originalmente en El Economista.

Cultura económica Elecciones México 2018