“REFLEXIONES SOBRE EL RETORNO DE LA DOCTRINA MONROE, SU HISTORIA Y CONSECUENCIAS.”
En ocasión del discurso de Rex Tillerson, secretario de Estado de EU, preparando su subsecuente visita a Iberoamérica, afirmó que la región “no necesita nuevos poderes imperiales que buscan sólo beneficios para su propia gente,” aludiendo a sus crecientes lazos económicos, políticos y militares con China y Rusia.
Los medios de comunicación del área equipararon lo dicho por Tillerson como el retorno del abominado Destino Manifiesto, que se puso en boga hacia mediados del siglo XIX declarando que Dios había dado el derecho a los habitantes blancos de EU de tomar a su antojo territorios en el continente, sin importar quien fuera su dueño legítimo.
Lo dicho por el secretario de Estado, al tiempo que afirmó que su país marcaba un palmario contraste con esas potencias pues “no busca tratos cortoplacistas con rendimientos desproporcionados (para ellos). Buscamos socios que compartan unos valores y una visión común para crear un hemisferio seguro, estable y próspero.”
El problema de lo dicho por Tillerson sobre su país es el agudo contraste con las tesis (es un decir) y los dicharachos de su jefe, Donald Trump, quien machaca un día sí y otro también su agenda de América Primero que excluye los intereses de otras naciones, y en particular su actitud insultante y pendenciera hacia México.
En realidad los medios equivocaron el parangón del Destino Manifiesto cuando lo dicho por Tillerson tenía mucho más semejanza a la Doctrina Monroe de 1823, que declaraba que la Europa imperial de esa época tenía poco en común con el Nuevo Mundo y que debían permanecer separados.
Tal doctrina definía los siguientes cuatro principios:
Los EU no interferirán en los asuntos internos de los poderes europeos y no se involucraran en sus conflictos bélicos.
Los EU reconocen las colonias y dependencias que las potencias europeas tienen hoy en día en el continente americano y se compromete a no interferir con ellas.
El Hemisferio Occidental está clausurado a todo intento futuro de colonización (europea, y por lo dicho por Tillerson, ahora también asiática).
Cualquier intento de una potencia por subyugar y controlar a un país del Hemisferio Occidental, será considerado como un acto hostil contra EU.
La Doctrina Monroe fue la típica bravata de un país belicoso que carecía de los medios para aplicarla cuando se proclamó, y que se sustentaba en una alianza tácita con el Reino Unido, por lo que fue ignorada cuando los ingleses tomaron las Malvinas en 1833. En 1846 ya operó con eficacia al consumar la anexión de Tejas y provocar la guerra con México, con 2.4 millones de km2 conquistados de nuestro país.
Cuando Napoleón III invadió México en 1862 con el fin de imponer a Maximiliano como emperador y auxiliar a los rebeldes confederados de EU, el gobierno de Lincoln no intervino pues estaba metido en una guerra civil sin cuartel contra los esclavistas del Sur.
Conforme EU se consolidó como potencia, eventualmente dominante a nivel mundial, la Doctrina Monroe se volvió la cobija de todo tipo de intervenciones en el resto del continente, violando los principios enumerados cuando así le convino, como la guerra indigna contra España de 1898 con el fin de arrebatarle las colonias que le quedaban, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Durante la Guerra Fría fue el pretexto para interferir en Iberoamérica a su antojo, sosteniendo dictaduras cruentas y corruptas o removiendo regímenes legítimamente elegidos que no eran de su agrado. El gobierno de Barack Obamadeclaró hace apenas 3 años el fin de la Doctrine Monroe, que ahora renace como el Ave Fénix.
Casualmente, Tom Shannon, respetado diplomático con 35 años en el departamento de Estado y experto en Iberoamérica, renunció el día del discurso mencionado…
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