Ciudad de México, 30 de julio de 2020.
Por Nidia Sánchez
Una mirada al espacio
Luego de que el sábado 25 de julio de este 2020, quedó registrado como el día del no tiempo, día verde y día de la paz, el enlace de un año que estaba culminando y el inicio de otro, ciertamente, ha sido distinto para el mundo, para los que habitamos el planeta.
Hubo distintas celebraciones por todos los rumbos de gaia, algunos en sitios al aire libre y otros con enlaces en vivo desde sus casas, rezos y cantos a la madre tierra.
El despertar es omnipresente. He mirado la grandeza de la vida por varios días solo a través de una ventana que me muestra el cielo, un árbol de pino de 30 metros, el techo de concreto sobre el que caminan tordos y pájaros endémicos de esta urbe.
Lo que esa ventana me muestra es siempre distinto, las nubes son paisajes en movimiento, truenos, relámpagos, al caer la noche estrellas, a veces lo suficientemente nublado para no ver nada. La luna en sus distintas fases, a veces alumbrando demasiado hasta provocar insomnio.
Elegí comenzar el año nuevo maya aprendiendo más. Se esperaba un salto cuántico en el 2012, y en mi caso me parece palpable ahora que las circunstancias de un asunto de salud tienen a la humanidad consternada y también sensible, receptiva a crecer, a saber que el único camino es servir unos a los otros en la medida de lo posible. Es la forma de preservar la especie. Seguimos atravesando un tiempo complejo, en que la muerte sigue al acecho. Sean estos meses y lo que dure, un margen de esperanza y aprendizaje entre la humanidad.
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