Ciudad de México, junio de 2025-
Entre-Vistas
Médicos oncólogos Karine Trindade y Denis Jardim, en entrevista con este medio luego de la conclusión de los trabajos del Latam Summit OnConnecta 2025, organizado por la farmacéutica Bayer.
En el marco de Latam Summit OnConnecta 2025, especialistas en oncología y urología analizan la brecha persistente que separa a América Latina de los países desarrollados en diagnóstico, prevención y acceso a terapias innovadoras para cáncer de próstata. La región sigue enfrentando barreras estructurales, culturales y financieras que comprometen la sostenibilidad de los sistemas de salud.
En América Latina, oncología lidera la investigación clínica, concentrando más de 60 estudios y más de 1,800 pacientes reclutados en 216 sitios activos.

Río de Janeiro, Brasil.- Hablar de cáncer de próstata en América Latina es exponer, en un solo caso, los vacíos crónicos de los sistemas de salud de la región: baja cobertura de tamizaje, infraestructura limitada para diagnóstico temprano, subutilización de alternativas costo-efectivas y acceso fragmentado a moléculas innovadoras. Esta patología, que lidera la incidencia oncológica masculina, revela cómo la desigualdad económica y la resistencia cultural perpetúan resultados clínicos inferiores.
En entrevista simultánea con Mundo Farma, los médicos oncólogos Karine Trindade, de la Rede D’Or y de la Santa Casa de Fortaleza, y Denis Jardim, de la Asociación Médica Brasileña y la Sociedad Brasileña de Cancerología, aportan su visión técnica y experiencias prácticas para detallar por qué la mortalidad por cáncer de próstata se mantiene elevada, pese a contar con tecnologías diagnósticas y terapias aprobadas internacionalmente. “En América Latina, la combinación de rastreo deficiente y diagnóstico tardío se traduce en un costo financiero y humano que podría mitigarse con políticas de prevención racionales y sostenibles”, afirman.
El cáncer de próstata es el segundo tipo de cáncer más común en hombres y causa alrededor de 375,000 muertes anuales en todo el mundo.
Detección: un eslabón débil
Los expertos coinciden en que la primera gran barrera radica en la escasa cobertura de programas de detección organizada. Aunque el PSA (Antígeno Prostático Específico, por sus siglas en inglés) y el tacto rectal están validados como herramientas de tamizaje, su aplicación sistemática es irregular, especialmente en el sector público. En muchos casos, los pacientes solo llegan a consulta cuando presentan síntomas avanzados, reduciendo las opciones de intervención curativa.
“Los métodos actuales tienen limitaciones para impactar la mortalidad de forma significativa. Existe una necesidad imperiosa de optimizar la tecnología de detección y de homogeneizar los algoritmos de rastreo para adecuarlos a la realidad epidemiológica local”, subrayan. En Brasil, por ejemplo, la disparidad entre usuarios del sistema público y privado es notoria: mientras en clínicas privadas el acceso a PSA es rutinario, en el SUS (Sistema Único de Saúde) el rastreo sigue siendo insuficiente.

Además del acceso desigual, persisten resistencias culturales y estigmas asociados a los exámenes urológicos, sobre todo entre hombres mayores, quienes postergan chequeos hasta etapas sintomáticas. Este fenómeno, transversal a la región, representa un desafío para oncólogos y urólogos que luchan por instaurar la prevención como hábito de salud pública.
Cada año se diagnostican más de 1.4 millones de nuevos casos de cáncer en América Latina, y se prevé que la cifra aumente 78% hacia 2040.
Costos mal gestionados y desperdicio de recursos
Una paradoja recurrente es que, pese a las restricciones presupuestales, los sistemas suelen gastar de forma ineficiente. La castración química mediante análogos de LH-RH —fármacos de alto precio— es la opción más utilizada, aunque la orquiectomía bilateral, de costo mínimo y eficacia equivalente, se realiza en un porcentaje reducido de pacientes.
“Publicamos recientemente un estudio que demuestra cuánto podrían ahorrar los sistemas de salud si se priorizara la castración quirúrgica, en lugar de farmacológica, en contextos de limitación presupuestal”, comenta uno de los oncólogos. La falta de lineamientos clínicos ajustados a la realidad económica limita la redistribución de recursos hacia terapias más innovadoras o hacia mejoras en infraestructura diagnóstica.

El problema se agrava en fases avanzadas de la enfermedad: el tratamiento escalonado —hormonoterapia, quimioterapia y radioisótopos— multiplica el gasto sanitario. “Cada dólar invertido en un diagnóstico precoz evita desembolsos exponenciales en etapas metastásicas”, recalcan.
En la región, cerca del 30% de la población latinoamericana superará los 60 años para 2060, aumentando la incidencia de cáncer de próstata.
Comportamiento del paciente y adherencia terapéutica
Otro factor determinante es la adherencia al seguimiento post-tratamiento. Aunque la mayoría de los pacientes inicia la terapia sin objeciones, mantener controles periódicos es más complejo. En el ámbito privado, la continuidad suele ser satisfactoria gracias a redes robustas de atención y monitoreo. En cambio, en el sector público, la falta de médicos especializados, la fragmentación de registros y la rotación de personal dificultan la vigilancia adecuada.

“Existe una resistencia cultural del hombre latinoamericano a aceptar la pérdida de virilidad, asociada erróneamente a la castración médica o quirúrgica. Incluso, cuando se explica que es un tratamiento esencial, persiste un sesgo que impacta la adherencia”, señala la especialista brasileña. Este fenómeno exige reforzar la educación terapéutica y humanizar la relación médico-paciente.
A esto se suma la falsa seguridad que produce un PSA dentro de rangos normales. Muchos pacientes, al ver resultados aparentemente favorables, abandonan el seguimiento oncológico sin entender que la recidiva puede ser bioquímica o clínica meses después.
La darolutamida, terapia clave de Bayer, ya está aprobada en más de 85 países para cáncer de próstata resistente a la castración no metastásico y metastásico hormonosensible.
Prevención estructurada, no campañas aisladas
Los expertos coinciden en que la prevención oncológica en la región carece de estrategias basadas en evidencia local. En lugar de campañas de un mes —como el “Noviembre Azul”—, se requieren programas sostenibles con registros epidemiológicos precisos, segmentación de poblaciones de riesgo y protocolos de seguimiento diferenciados.
“Sin mapeo real de incidencia, mortalidad y factores de riesgo, la política de rastreo es ineficaz. Lanzar campañas genéricas ignora la heterogeneidad de riesgo por región, etnia o comorbilidades”, advierten. Para implementar medidas costo-efectivas se necesita primero invertir en datos confiables que permitan focalizar recursos.
Los estudios ARANOTE y ARASENS demostraron que la combinación de darolutamida con ADT y docetaxel reduce significativamente el riesgo de progresión y muerte.
Acceso desigual a terapias de última generación
En oncología prostática, la innovación terapéutica avanza más rápido que la capacidad de absorción de los sistemas latinoamericanos. En el sector privado, las nuevas moléculas aprobadas por las agencias regulatorias, como la FDA, de Estados Unidos, y EMA, de Europa, están disponibles con relativa rapidez, aunque con impacto en las primas de seguros y en la sostenibilidad de las aseguradoras. En contraste, en el sistema público, la incorporación de estas terapias suele demorar años o ser inexistente.
“En Brasil, por ejemplo, los medicamentos endovenosos aprobados deben ser cubiertos obligatoriamente por las operadoras privadas. Sin embargo, para pacientes del SUS, el acceso es altamente restrictivo y varía drásticamente entre estados”, explican.
A su vez, el uso de medicina de precisión, como test genéticos para definir terapias dirigidas o estratificar riesgo familiar, es marginal debido al alto costo de las pruebas y a la falta de reembolso por parte de aseguradoras, incluso en atención privada.
El cáncer de próstata avanzado genera metástasis óseas en más del 90% de los casos, principal causa de complicaciones y mortalidad en estos pacientes.
Envejecimiento poblacional y sostenibilidad
Por otro lado, advierten, el contexto demográfico añade complejidad: América Latina envejece a ritmo acelerado. En pocos años, la población mayor de 65 superará a la menor de 15. El cáncer de próstata, cuyo pico de incidencia se ubica en la séptima década de vida, será cada vez más frecuente.
Este escenario plantea preguntas éticas y económicas: ¿tratar a todos de forma intensiva es viable? ¿Cuándo priorizar la calidad de vida sobre la prolongación a cualquier costo? “Distinguir entre morir con cáncer o de cáncer será clave para tomar decisiones costo-efectivas”, enfatizan.
Además, los tratamientos prolongados, como la privación hormonal, impactan la masa ósea y muscular de adultos mayores, aumentando complicaciones secundarias y gastos asociados. La falta de protocolos claros y homogéneos contribuye a una gestión ineficiente de casos en etapas avanzadas.
La terapia dirigida y la inmunoterapia han revolucionado el tratamiento del cáncer en los últimos 20 años, elevando las tasas de supervivencia en todo el mundo.
Política industrial y racionalidad terapéutica
Los expertos destacan que parte de la solución radica en promover la producción local de insumos y biosimilares, y en regular precios de medicamentos innovadores mediante evaluaciones de costo-efectividad. “La India ofrece un modelo interesante: ajustes de dosis y esquemas simplificados permiten reducir costos sin comprometer eficacia clínica”, ejemplifican.
Mientras tanto, América Latina sigue atrapada entre importaciones costosas y dependencias regulatorias. Desarrollar políticas industriales para la salud, como la anunciada recientemente en México para dispositivos médicos y biotecnología, podría replicarse en oncología para favorecer la autonomía y la sustentabilidad.
Más de 44 millones de personas viven actualmente con cáncer a nivel global, evidenciando la necesidad de estrategias innovadoras para la atención continua.
A reconfigurar prioridades
El cáncer de próstata sintetiza los dilemas estructurales de la región: prevención deficiente, cultura reactiva, gasto mal dirigido y políticas fragmentadas. “América Latina necesita rediseñar la cadena de valor de la atención oncológica: desde datos confiables y educación comunitaria hasta acceso equitativo a terapias y vigilancia de costos”, concluyen los entrevistados.
Cerrar esta brecha exige alianzas multisectoriales, decisiones basadas en evidencia local y valentía política para romper inercias. Solo así el diagnóstico precoz dejará de ser un privilegio y se convertirá en la norma.
El desarrollo de un medicamento oncológico innovador implica hasta 12 años de investigación y una inversión promedio de 1,000 millones de dólares.
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Jorge Arturo Castillo, +52 1 55 5100 4868

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