Ciudad de México, 29 de noviembre de 2022.
Por: Ricardo Ávila, Analista Económico Senior
Basta mirar los titulares de las noticias internacionales para confirmar que los últimos días han sido particularmente intensos en eventos.
Aparte de la cumbre climática en Egipto tras la cual el balance deja más declaraciones vagas que compromisos concretos para combatir el calentamiento global, en al menos dos lugares más sucedieron cosas trascendentales.
De un lado, en Estados Unidos la proyectada victoria del Partido Republicano en las elecciones legislativas del 8 de noviembre no tuvo lugar. Como consecuencia, la probabilidad de que Donald Trump se lleve fácilmente la nominación de la colectividad cuando anuncie que aspira a volver a la Casa Blanca quedó en veremos.
De otra parte, la retirada de las tropas rusas que ocupaban el área de Jersón volvió a cambiar la dinámica de la guerra en Ucrania, justo cuando se asoma el invierno y las operaciones militares se verán afectadas por las bajas temperaturas. Sin triunfalismos, Kiev le arrebató a Moscú el que había sido el principal trofeo de la invasión que comenzó a finales de febrero.
Más allá de esos hechos puntuales, vale la pena dar un paso atrás y examinar lo que está pasando en el mundo con un lente más amplio. Eso es precisamente lo que hace Marko Papic, socio y estratega en jefe del Grupo Clocktower con sede en la ciudad estadounidense de Santa Mónica en California. Nacido en Serbia y politólogo de profesión, sus análisis geopolíticos son usados por inversionistas de primera línea a la hora de tomar decisiones.
Invitado recientemente por el Fondo Latinoamericano de Reservas a un evento que tuvo lugar en Cartagena, el título de la presentación del especialista es “¿Y qué pasa si el mundo no se está acabando?”. En contra de lo que es usual escuchar, el análisis dice que ciertos riesgos que parecen obvios no lo son, mientras que hay otros escondidos a los que hay que prestarles atención, pues también traen oportunidades para países como Colombia.
Dicho mensaje parte de evaluaciones clave. La primera es que el planeta es multipolar y por lo tanto es un error dividirlo en dos segmentos, uno cercano a Washington y otro a Pekín. La presencia de varios centros de poder hace que las potencias tengan mucho menos influencia que antes, mientras aumenta el número de conflictos.
Esa circunstancia influye sobre la marcha de la globalización y el desarrollo de las cadenas de valor. En la práctica, el comportamiento de una industria que elabore bienes traídos de distintas latitudes es diferente ahora, pues el manejo de inventarios pasó del “justo a tiempo” al “por si acaso”.
Adicionalmente, el mercado de bienes primarios como petróleo o trigo comienza a verse afectado por circunstancias regionales. Lo anterior explica que pueda haber escasez de ciertos productos básicos en un continente y abundancia en otra, como ha sucedido con el carbón, para destacar un caso reciente.
No menos importante es la aseveración de que hacer analogías sobre lo que pasa ahora con la época de la guerra fría es algo “que denota pereza”. Para comenzar, China no es vista como una amenaza equivalente a la que representó la Unión Soviética, como lo muestra la reacción de decenas de naciones al ignorar los llamados que hizo Estados Unidos para proscribir equipos de Huawei, el gigante de las telecomunicaciones.
Adicionalmente, Papic sostiene que los dirigentes chinos saben que no pueden antagonizar a buena parte de la comunidad internacional pues necesitan clientes para sus exportaciones. Dotado de pocos recursos naturales y con una población cuya edad promedio sube sin parar, el país más habitado del mundo sabe que los mercados externos son la principal fuente de prosperidad.
Sin duda Xi Jinping viene de consolidar su poder y la retórica hacia Taiwán es francamente hostil, pero las repercusiones de un eventual ataque a la isla traerían enormes trastornos en el frente interno si ocasionan sanciones comerciales. A lo anterior se agrega que la alianza con Rusia cuenta con limitaciones grandes, comenzando con la infraestructura entre ambas naciones que es escasa.
Una demostración de cómo ese supuesto eje tiene límites es que Pekín no le ha vendido equipo militar a Vladimir Putin, quien tuvo que buscar drones iraníes o suministros en Corea del Norte para seguir con la ofensiva. En lugar de un apoyo incondicional, el Kremlin ha recibido corteses admoniciones de su vecino.
Y a propósito de la guerra en Ucrania, el politólogo serbio cree que viene una fase de hostilidades prolongadas, sin que necesariamente se firme un tratado de paz. Basta recordar que entre las dos Coreas nunca se suscribió nada y en este caso puede ocurrir lo mismo, con una especie de equilibrio inestable y dos ejércitos atrincherados a lo largo de una muy extensa geografía entre los cuales habrá escaramuzas ocasionales.
Pero más allá de ese desenlace hay dos mensajes importantes. Uno es que el optimismo de la ciudadanía en Rusia se desplomó, pues la promesa de una victoria rápida fue remplazada por la realidad de enormes pérdidas en el frente de batalla.
Junto a lo anterior, los mercados se han tranquilizado. La supuesta debacle por la falta de gas en Europa nunca ocurrió, como lo reflejan los precios en descenso del combustible. En general, las cotizaciones de los productos básicos bajaron con fuerza en los últimos meses y aquella predicción de que viene una desindustrialización en el Viejo Continente sencillamente no tiene base cierta.
Todo lo contrario, señala Papic. A la vuelta de unos meses la oferta de gas natural aumentará de manera exponencial, gracias a expansiones significativas en la capacidad de licuefacción en Canadá, Estados Unidos, Qatar, Australia, Indonesia, Mozambique o Nigeria.
Si ninguna de las amenazas mencionadas cuenta con buen sustento, ¿de qué hay que preocuparse? Al respecto el politólogo comienza con el comportamiento de los votantes, que buscan soluciones fáciles y son más propensos ahora que antes a escuchar los cantos de sirena del populismo.
También las políticas respecto al cambio climático inquietan al experto. Sin desconocer que hay que desarrollar las energías limpias, el problema es el desfase entre oferta y demanda. Por ejemplo, la inversión en nuevos campos petroleros es tímida pero el consumo de combustibles fósiles sigue fuerte y eso creará tensiones que se reflejarán en costos mayores.
En materia geopolítica, aparecen otros riesgos. Para comenzar el debilitamiento relativo de Estados Unidos, que aparece como una potencia menos imponente y que ahora acude a acciones agresivas puntuales para mantener su poder.
Mientras muchos se preocupan por el abastecimiento de petróleo ruso, Papic dice que es mucho más grave la posibilidad de una guerra civil en Irak, en la que estarían involucrados Irán y Arabia Saudita. Dos grupos armados que se disputan el poder podrían hacer que cesen las operaciones en el puerto de Basra por el que salen 3,5 millones de barriles de crudo al día.
Un último escenario inquietante es una especie de balcanización en Rusia, pues aumenta la probabilidad de que Vladimir Putin sea removido del cargo y se cree un vacío en el cual aflorarían múltiples tensiones étnicas y religiosas. Dado el peso de dicha nación como proveedor de productos básicos, junto a su arsenal nuclear, tanta inestabilidad sería inconveniente.
Incluso sin llegar a un escenario catastrófico, Papic considera que las condiciones están dadas para que aparezcan cuellos de botella frecuentes en el suministro de alimentos, minerales o hidrocarburos. De suceder así, el combate contra la inflación será permanente, a sabiendas de que la herramienta de subir tasas de interés para contener los precios operará pobremente para contener estrecheces en la oferta.
Por cuenta de esa previsión, esta década no estará marcada por quien domine el mercado de semiconductores y menos en un mundo en el cual hay decenas de millones de dólares que se están invirtiendo en fábricas de chips. Al contrario, la prioridad será el abastecimiento de productos básicos y especialmente de aquellos insumos como cobre o litio, fundamentales para la transición energética.
En ese panorama, América Latina en general, y Colombia en particular, pueden salir beneficiados. A fin de cuentas, la región cuenta con depósitos inmensos, además de tierra y agua en abundancia para atender la demanda de alimentos. La pregunta es si los países del área tomarán las decisiones correctas para tomar ventaja de las condiciones que se anuncien, pero esa respuesta -concluye el politólogo serbio- todavía no es clara.
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