“ESTAR A FAVOR DE LA LIBERTAD NO SUPONE ESTAR A FAVOR DEL MAL USO DE LA LIBERTAD, POR MÁS QUE, EN ARAS DE LA MISMA, SE ACEPTE ESA POSIBILIDAD.”
La propuesta de Enrique de la Madrid para legalizar el consumo de marihuana es correcta. “Se pudiera empezar -afirmó- en baja California Sur y en Quintana Roo, destinos turísticos que no tienen porqué ser víctimas de violencia de un trato inadecuado al tema de las drogas en México”.
Podemos empezar preguntando, no qué puede hacer el gobierno, sino qué debe hacer. ¿Puede prohibirles a los ciudadanos que se hagan daño a sí mismos (consumiendo drogas), y castigarlos si lo hacen? Sí. ¿Debe hacerlo? No, por tres razones: la que tiene que ver con la justicia, la que tiene que ver con la eficacia, la que tiene que ver con las consecuencias indeseadas.
Para entender la primera razón, la de la justicia, tengamos presente que la misma consiste en respetar los derechos de los demás, entre los cuales se encuentra el derecho a la libertad, a hacer lo que uno quiera (que no necesariamente es lo que a uno más le conviene o más le beneficia), con una sola condición: que al hacerlo se respeten los derechos de los demás. Quien se droga se hace daño pero no viola derechos de terceros, razón por la cual dicha conducta, ¡por principio!, no debe prohibirse ni sancionarse. Lo dijo Lysander Spooner: “Los vicios no son crímenes”, y crímenes, que sí deben prohibirse y castigarse, son las conductas que sí violan derechos de terceros. La ética de la prohibición deja mucho que desear.
Para entender la segunda razón, la de la eficacia, hay que tener en cuenta que una es la intención del legislador y otra la consecuencia de una ley una vez promulgada. La intención del legislador al prohibir el consumo de drogas es evitar que el drogadicto se dañe. Pero entre la intención del legislador y su cumplimiento se interpone la libertad de la persona a quien va dirigida esa intención. No basta que el legislador quiera algo para que se cumpla. Si así fuera el legislador podría darle forma a la conducta humana como creyera más conveniente, lo cual sería peligroso. Además, para el caso de la prohibición del consumo de drogas, hay que tener en cuenta que si el consumidor está dispuesto a pagar el precio al cual el oferente está dispuesto a proveerlo habrá oferta. La eficacia de la prohibición deja mucho que desear.
Para entender la tercera razón hay que tener en cuenta las consecuencias no deseadas de la prohibición, toda la actividad delictiva de los narcotraficantes (secuestros, torturas, asesinatos, corrupción), quienes al no poder competir en mercados legales se hacen la guerra en mercados ilegales. Las consecuencias no deseadas de la prohibición dejan mucho que desear.
Para terminar aclarar que estar a favor de la legalización del consumo de drogas no supone estar a favor del consumo de drogas. Estar a favor de la libertad no supone estar a favor del mal uso de la libertad, por más que, en aras de la misma, se acepte esa posibilidad.
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