“EXPERTOS ASEGURAN QUE JAMÁS SE HABÍA VISTO ALGO SIMILAR A LO QUE REPRESENTA TRUMP. PUES LES TENGO NOTICIAS: LOS EU SÍ HABÍAN VIVIDO UNA EXPERIENCIA SIMILAR.”
Durante los últimos dos años, con gran sorpresa hemos observado el fenómeno tan especial que ha protagonizado un inexperto debutante en la política, Donald Trump. El impacto ha sido tal, que grandes expertos aseguran que jamás se había visto algo similar a lo que representa este hombre que, en menos de dos años, se hizo de la presidencia del país más poderoso del mundo. Un sueño irrealizado de políticos profesionales que han dedicado toda su vida a lograrlo, como John McCain, Al Gore, Mitt Romney. Con insultos y agresiones a ciertos segmentos de la sociedad, sus políticas migratorias, su proteccionismo comercial, su agresividad en política internacional y, sobre todo, su actitud hacia México que para algunos es racista, y aun así llegaba a la presidencia.
Pues les tengo noticias. Los EU sí habían vivido una experiencia, no similar, sino, como afirmara Yogi Berra, “Deja vu all over”. Es decir, algún evento presente se repitiera idéntico a uno anterior. Y es que los EU durante el siglo 19 vivieron una historia que ahora se repite, como si el protagonista anterior hubiera heredado su script a nuestro actual presidente. Su nombre era James G. Blaine y ocupaba la Secretaría de Estado en una época en que se negociaban acuerdos comerciales muy importantes. Un hombre que arribaba a la política habiendo nacido en medio de la riqueza, imprudente y agresivo al hablar, con desprecio por América Latina. La lista de similitudes con Trump es larga, pero solo me voy a referir a las ideas, actitudes y propuestas que Blaine tenía sobre, y, hacia México.
Como ha sido la regla, desde el nacimiento de EU y México, nacían también los problemas entre ellos. A finales del siglo 19 el problema se había iniciado por incidentes en la lucha fronteriza contra los apaches, y la “penetración pacífica” de México propuesta por el Sr. Blaine, que provocaba entre los mexicanos un sentimiento de ultraje. Pero el gobierno de EU ignoraba su existencia, pues siendo realmente sombrío, James Blaine se lanzaba, primero, a exponer una beatífica filosofía de “penetración Pacifica”, y después, la forma para iniciar con vigor su ejecución. Y afirmaba: “Nada más lógico que ese “depósito de vitalidad nacional” de los EU, quiera derramarse sobre los maravillosos recursos de México, que labrarán su fortuna”.
Continuaba. “Así como los mexicanos desconfían de los nosotros, el gobierno de EU, al dirigir inversiones a México, también desconfía de la forma en que el gobierno mexicano los trataría, especialmente en las esferas judiciales y administrativas. De forma particular desconfiamos de los tribunales mexicanos y su capacidad para impartir justicia expedita”. En esos momentos se negociaba la posibilidad de concesiones para el establecimiento de líneas de ferrocarril, tan importantes para México en esos días. Blaine, ante la cerrada actitud del gobierno mexicano, instruía a su embajador a negociar “con garrote en mano”, una serie de puntos incluyendo todas sus preocupaciones. El embajador se asustaba al recibir tales instrucciones, y pide aplazar sus conversaciones.
Pero la respuesta de Blaine fue tronante y le ordena que “especifique cabalmente” los puntos de sus instrucciones que encontraba objetables y las razones para no darle curso inmediato, pero el embajador se mantiene firme hasta enviar una larga explicación. Blaine responde insistiendo que las clausulas nacionalistas de las concesiones pueden acarrear graves disputas entre los gobiernos, y México, para salir de las cavernas, debe contestar con hechos y no con consideraciones teóricas.
Afirmaba Blaine: “Lo que México necesita para abandonar esas cavernas, es un gobierno estable, estado de derecho, el desenvolvimiento apropiado de sus recursos, una política de inmigración inteligente, aranceles cuerdos y normas comerciales liberales”. Y furioso preguntaba “¿Qué no entienden los mexicanos que pueden encontrar en EU un mercado que consumirá sin hartarse cuanto México produzca, y que a la vista está todo cuanto pueda exigir su progreso material: capital, técnica, dirección, maquinaria, herramientas? ¿Viven en la era de los neandertales?” Y continuaba con una serie de insultos.
Cuando su embajador le informa de la fobia mexicana contra EU. Blaine furioso le ordena recordarles que los EU fue la primera nación que reconoció su independencia, y su único aliado durante la intervención francesa. Pero Blaine enciende la indignación de los mexicanos, ciegamente convencidos de que ellos solos habían echado a los franceses de su suelo, y que México solo recibió apoyo moral de los EU. Respondía Blaine “¿Apoyo moral el de Sheridan y sus cuarenta mil hombres apostados en el río Bravo? ¿Las armas y dinero que se le entregaban a Juárez y se le negaban a Maximiliano? My God ¿están ciegos?”
En una reunión con empresarios en Chicago, Blaine afirmaba: “Los mexicanos tildan de traidores a sus compatriotas que creen en los beneficios mutuos de un intercambio comercial, piensan que los ferrocarriles van a destruir su cultura y su nacionalidad; que los estados fronterizos se llenarán de gringos; las minas y otros recursos pasarán a nuestras manos; escuelas norteamericanas invadirán el país; las iglesias protestantes dominarán sus catedrales; los norteamericanos se asentarán en el país y les arruinarán su modo de vida, y no tardarán en iniciar una rebelión contra el gobierno para anexarse a EU. Pero no hablan de las olas de inmigrantes ilegales que llegan a EU cuando ellos inician sus revoluciones, y los tenemos que mantener”.
Entonces México recibía una alarmante noticia. Blaine anunciaba su intención de ser candidato a la presidencia. Los mexicanos explotaban afirmando; Blaine encara la monstruosa doctrina Monroe, y es uno de esos hombres para quienes no hay leyes internacionales, ni respeto al derecho ajeno, ni honradez política. Acudían a los americanos viviendo en el país para combatir la candidatura. El argumento era que su política exterior, lejos de proteger los intereses de EU, los arruinaría. Pero luego llegaba la funesta noticia, Blaine era ya el candidato. Pasaban entonces a describirlo como el gran enemigo del país, la gran amenaza contra la autonomía e independencia de México y, con la plataforma de Blaine, la misma democracia americana estará en peligro de muerte.
Los diarios de España lo declaraban como una amenaza para la raza latina, lo definían como maquiavélico, y le aconsejaba a México prepararse para la guerra.
Un diario de la ciudad de México iba más allá y publicaba. “Lo más alentador frente a esta terrible desgracia, es que tengamos en este momento los hombres de la generación actual, que han luchado victoriosos defendiendo nuestra patria, a ellos les corresponde el último sacrificio antes de bajar al sepulcro, demostrando que las gloriosas conquistas alcanzadas se fundan en la fuerza indestructible del pueblo mexicano, y no en consideración alguna de parte de los poderosos”.
Pero cuando los mexicanos se envolvían en la bandera y se alistaban para la guerra, se enteraban que Blaine había perdido frente al último presidente libertario que tuviera EU, Grover Cleveland. Y ahí está la diferencia con Trump.
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