“SOBRE EL FATAL ENFRENTAMIENTO ENTRE UN PADRE Y SU HIJO, CUYA DISPARIDAD DE IDEAS PROVOCARA UNA DE LAS TRAGEDIAS MÁS GRANDES DE LA HUMANIDAD.”
Uno de los capítulos más tristes de la historia, ignorado, y del que casi nadie habla, fue el fatal enfrentamiento entre un padre y su hijo, cuya disparidad de ideas provocara una de las tragedias más grandes que haya enfrentado la humanidad, cimbrara al mundo, y cuyas consecuencias y heridas lo postraran durante casi un siglo, y lo prepararan para una peor.
Durante el siglo 19 Europa continuaba siendo la región más avanzada, más culta, más rica y sofisticada del mundo, bajo el manto de monarquías que durante siglos se entrelazaban, con el propósito de controlar el continente. El líder de una de ellas, Franz Joseph, de la casa de los Habsburgo, era monarca del Imperio Austro-Húngaro y Rey de Bohemia. Todas las casas reales tenían lazos sanguíneos muy cercanos y, como tradición milenaria, la sucesión se llevaba a cabo de una forma muy simple; cuando el monarca fallecía o abdicaba, el hijo mayor heredaba la corona, para lo cual se le preparaba de forma muy intensa desde su nacimiento.
Los monarcas, utilizando diversas estrategias, en especial la opresión, habían podido enfrentar con éxito las diferentes amenazas que surgían al paso del tiempo, permaneciendo inmutables a pesar que cada vez enfrentaban oposiciones más agresivas y violentas. El único reino que, al sentir cerca esas amenazas, había optado por relajar sus draconianos controles, era el Reino Unido que durante el siglo 12, bajo gran presión de barones rebeldes, el Rey aceptaba firmar la Carta Magna y con ello aceptaba también compartir el poder, por medio de un sistema político parlamentario. La otra experiencia que no tuviera un final tan feliz, sería la de Francia en donde estallara una desorganizada revolución sin pies ni cabeza, que terminaría con la decapitación de los soberanos, y sirviéndole el poder a Napoleón en bandeja de plata.
Hacia finales del siglo, después del derrumbe del Imperio Mexicano que encabezara su hermano Maximiliano, el panorama se tornaba gris para el emperador Franz Joseph, en su afán para mantener unido su imperio, pero incluyendo Los Balcanes que los invadía militarmente, y las regiones italianas de Tuscany, Lombardía-Venecia y Sardonia. Como era la tradición, el emperador preparaba a su único hijo, Rudolf, para que en su momento pasara a ocupar su lugar imperial. Con ese fin, personalmente supervisaba la educación de su hijo que, en opinión de expertos, era la mejor de Europa. De igual forma, el monarca consciente de la importancia creciente que la nueva ciencia de la economía tendría para el futuro de las naciones, ordenó se contratara como tutor de su hijo, al mejor economista de Europa para que le diera una preparación especial en ese campo.
Los expertos contrataban al Dr. Carl Menger, un gran abogado, economista y profesor de ciencias políticas, quien siendo muy joven se hiciera de fama por sus revolucionarias teorías marginales sobre el valor. Lo que no le informaron al emperador, fue que Menger era líder de una corriente económica basada en el liberalismo Laissez-Faire, que después se conocería como la Escuela Austriaca, cuyas ideas habían quedado claramente descritas en su obra magna, “Principios de Economía”. El profesor Menger iniciaba la tutoría del príncipe utilizando como libro de texto, “La Riqueza de las Naciones”, de Adam Smith, quien fuera el padre del liberalismo y del capitalismo. El joven heredero absorbía con gula las ideas liberales para hacerlas parte de su vida.
Menger sumergía al archiduque en un intensivo curso de economía usando como referencias, además de la magna obra de Adam Smith, otras de igual calibre como “El Estado” y “Economía Política”, de Bastiat. Después de cada sesión, se requería al alumno presentar copiosas notas que debía escribir de memoria, para luego ser revisadas y editadas por el propio Menger. Las notas revelaban la gran inteligencia del príncipe que fácilmente recordaba todos los temas tratados, pero no solo eso, daba también claras e interesantes opiniones. Años después las notas del príncipe se darían a conocer, demostrando el liberalismo puro que formara la estructura de su pensamiento.
En los círculos palaciegos, con preocupación susurraban la forma en que el príncipe, con gran excitación hablaba de los cambios que planeaba ejecutar, basado en esos conceptos liberales. Pero las ideas Laissez-Faire de Menger eran peligrosas, porque eran contrarias a todas las políticas que aplicaban las monarquías en el poder. Sin embargo, él evitaba dar la apariencia de que fueran suyas, y expresaba era el contenido de las obras de los autores. Las clases del príncipe se extendían y continuaban los rumores de su conversión al liberalismo, el gran enemigo del sistema conservador monárquico, pero Menger continuaba muy cercano al heredero.
Los chismes palaciegos ahora se centraban en los graves enfrentamientos entre el príncipe, defendiendo su liberalismo, y su padre, rechazándolo y defendiendo su conservadurismo, sello clásico de las monarquías. Pero los chismes también narraban enfrentamientos similares, que años anteriores tuviera el Monarca con su hermano Maximiliano —quien después fuera Emperador de México— motivadas por sus mismas ideas liberales. Por ello lo había obligado a renunciar a su derecho al trono de Austria, pues temía que Maximiliano fracasara en México, y regresara para reclamarlo. Esos enfrentamientos provocaran que Franz Joseph le retirara su apoyo, vendría luego la caída y muerte del fallido Emperador de México.
Las ideas de Menger habían penetrado tan profundamente en la mente del príncipe, que iniciaba la publicación de una serie de artículos criticando las políticas conservadoras de su padre, siempre bajo un seudónimo. El emperador furioso buscaba la fuente de las ideas de su hijo, pero nunca pudo hacer la conexión de Menger y el príncipe. La relación de Rudolf con su tutor era tan sólida, que la gente afirmaba que, cuando el príncipe fuera coronado emperador, Menger se convertiría en Primer Ministro para instalar el liberalismo en Austria.
El Emperador recibía quejas de los monarcas de países que su hijo visitaba, en los cuales abiertamente expresaba su liberalismo, criticando el mercantilismo de las monarquías, y pidiendo luego libertad económica, libre comercio, libertad para elegir empleo. Los choques entre padre e hijo llegaban ya a niveles peligrosos. Pero la estrella de este príncipe liberal dejaría de brillar una fría noche de Enero en 1889, cuando, a sus 30 años, misteriosamente falleciera sin que se pudiera aclarar su muerte, y simplemente le inventaran un suicidio. Para agregar más peso a la pesada cruz del emperador, en 1898, su esposa y madre de Rudolf, Elisabeth, emperatriz de Austria, seria asesinada en Suiza.
La muerte de Rudolf convertiría a su primo Franz Ferdinand, en heredero de la corona. Un hombre descrito como cruel, de personalidad repelente, temperamento histérico, emitiendo una sombra de violencia e imprudencia.
En 1914, el nuevo heredero visitaba Sarajevo en Bosnia, Herzegovina, cuando fue asesinado. Se iniciaba la Primera Guerra Mundial.
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