“Los liberales tenemos que estar a favor de un Estado transparente y eficiente, que esté libre de corrupción.
Manuel Molano
Los liberales, a diferencia de los anarcocapitalistas (cuyos argumentos hay que atender), reconocemos la necesidad del gobierno, considerándolo, en mi caso, como un mal necesario. Necesario por el bien que debe proveer: seguridad frente a la violación de los derechos de la persona. Mal por la manera que tiene de financiar la provisión de ese bien: cobrando impuestos, es decir, obligando al contribuyente a entregarle parte del producto de su trabajo. ¿Qué es lo que justifica esta obligación? Que el gobierno realice, con honestidad y eficacia (y su eficacia depende de su honestidad), esa tarea que a todos conviene que lleve a cabo: defender los derechos individuales, comenzando por los tres naturales, a la vida, la libertad, la propiedad.
Cualquier gobierno puede hacer, combinando de las cuatro maneras posibles su poder para obligar, prohibir y castigar, lo siguiente: 1) prohibirle a X hacerle daño a los demás y castigarlo si lo hace; 2) prohibirle a X hacerse daño a sí mismo y castigarlo si se lo hace; 3) obligar a X a hacerle el bien a los demás y castigarlo sin no se los hace; 4) obligar a X a hacerse el bien y castigarlo si no se lo hace. El primer caso tiene que ver con la justicia: no dañar a los demás. El segundo está relacionado con la prudencia en sentido negativo: no dañarse uno mismo. El tercero tiene que ver con la beneficencia: hacerle el bien a los demás. El cuarto está relacionado con la prudencia en sentido positivo: hacerse el bien a uno mismo.
Cada uno de los cuatro casos tiene que ver con una virtud, con un hábito operativo bueno. El primero tiene que ver con la justicia, virtud por la cual no dañamos a los demás. El segundo y el cuarto están relacionados con la prudencia, virtud por la cual no nos dañamos a nosotros mismos (prudencia negativa) y nos hacemos el bien a nosotros mismos (prudencia positiva). El tercer caso tiene que ver con la beneficencia, virtud por la cual les hacemos el bien a los demás. ¿Cuál de estas tres virtudes debe exigir el gobierno por la fuerza? Los liberales respondemos: solamente la primera.
Llegados a este punto tengamos en cuenta que un gobierno puede realizar, con total transparencia y absoluta eficiencia, las cuatro tareas antes señaladas, por lo cual, según lo dicho por Molano, serían gobiernos afines al liberalismo, aceptados por los liberales. ¿Lo que define a un gobierno afín al liberalismo, y aceptado a los liberales, es la transparencia y la eficiencia, independientemente de qué haga? No. Lo que define al gobierno aceptado por los liberales, y afín al liberalismo, es lo que hace (esencialmente respetar y hacer respetar los derechos, ¡que realmente lo sean!, de los ciudadanos), no como lo hace (transparente y eficientemente). El ideal liberal es que, de manera transparente y eficiente, el gobierno respete y haga respetar los derechos de las personas, haga valer la justicia, no la prudencia, tampoco la beneficencia. Pero lo esencial de los gobiernos liberales (¿o debo escribir de el gobierno liberal, en singular?) es lo segundo (el qué), no lo primero (el cómo).
Hoy, en términos generales, dada la corrupción y, consecuencia de ésta, la ineficiencia de los gobiernos, la discusión se centra en los dos temas apuntados por Molano, transparencia y eficiencia, relacionados con el cómo hace el gobierno lo que hace. Pero, al menos para los liberales, la discusión de fondo debe darse en torno al qué hace el gobierno, debiéndose aclarar cuáles virtudes debe exigir por la fuerza, y cuáles debe dejar a la libertad de cada quien. Para tenerlo claro puede ayudar esta definición del liberalismo: Respetando los derechos de los demás, haz lo que quieras. O esta otra versión: Respetando los derechos de los otros, laissez faire (dejar hacer) y laissez-avoir (dejar poseer).
Por ello, pongamos el punto sobre la i.
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